Cuando se trata de gestionar una comunidad de propietarios, una de las dudas más frecuentes es: ¿Cuál es la diferencia entre el presidente y el administrador de la comunidad? Aunque ambas figuras son esenciales para el buen funcionamiento del edificio, sus roles son muy distintos y, en muchas ocasiones, complementarios.
Comprender qué hace cada uno evita malentendidos, mejora la convivencia y permite tomar mejores decisiones colectivas. En este artículo, desde Fincas El Faro, te explicamos de forma clara y práctica qué funciones asume cada cargo y por qué contar con un administrador profesional marca la diferencia.
El presidente de la comunidad: Representación legal y deber vecinal
El presidente de la comunidad es un cargo obligatorio, según establece la Ley de Propiedad Horizontal (LPH), y debe ser elegido entre los propietarios del edificio. No puede ser una persona externa ni una empresa. Su mandato suele durar un año, aunque puede renovarse si así lo decide la junta de propietarios.
Funciones del presidente:
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Representar legalmente a la comunidad ante terceros (bancos, juzgados, ayuntamientos, etc.).
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Convocar y presidir las juntas de propietarios.
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Firmar contratos, actas y documentos en nombre de la comunidad.
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Supervisar que se cumplan los acuerdos tomados en junta.
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Colaborar con el administrador de la comunidad en la gestión del día a día.
El presidente actúa como portavoz de los vecinos, pero no puede tomar decisiones unilaterales fuera de lo acordado por la junta. Su figura tiene más que ver con la representación que con la gestión operativa.
El administrador de la comunidad: Gestión técnica, legal y económica
Por otro lado, el administrador de la comunidad es quien se encarga de la gestión profesional de los asuntos económicos, técnicos y legales del edificio. Puede ser un vecino si así lo decide la comunidad, pero lo más habitual —y recomendable— es delegar esta función en un profesional colegiado, como los que forman parte del equipo de Fincas El Faro.
Funciones del administrador de la comunidad:
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Elaborar y presentar presupuestos anuales.
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Llevar la contabilidad y emitir recibos.
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Contratar y supervisar servicios (limpieza, mantenimiento, seguros…).
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Actuar ante averías, obras y siniestros con rapidez y eficacia.
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Convocar juntas y redactar actas (si también actúa como secretario).
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Asesorar a la comunidad en temas legales y técnicos.
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Informar de subvenciones y ayudas vigentes, como las derivadas de los fondos Next Generation.
Su labor permite a la comunidad cumplir con la legalidad, optimizar gastos y evitar conflictos vecinales por mala gestión. En comunidades grandes, o con necesidades técnicas complejas, su intervención es prácticamente imprescindible.
¿Pueden coincidir ambos roles en una sola persona?
Legalmente, sí. En comunidades pequeñas, es posible que el presidente asuma también las funciones del administrador. Sin embargo, esto no suele ser recomendable, ya que:
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Se requiere tiempo y dedicación constante.
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Es necesario tener conocimientos contables, jurídicos y técnicos.
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Se corre el riesgo de errores costosos o conflictos de interés.
Por eso, lo más eficaz es que cada rol sea desempeñado por quien esté mejor preparado: el presidente representa, el administrador gestiona.
Si quieres saber más sobre qué hace un administrador profesional, te recomendamos nuestro artículo: Funciones clave de un administrador de fincas colegiado (enlace interno sugerido)
Relación entre presidente y administrador de la comunidad
Ambas figuras deben trabajar en estrecha colaboración. El presidente transmite las decisiones de la junta al administrador y supervisa su cumplimiento, mientras que el administrador ejecuta esas decisiones con rigor profesional.
No hay una relación jerárquica entre ellos, sino una relación de confianza y cooperación. El objetivo común: lograr una comunidad más eficiente, bien gestionada y libre de conflictos.
¿Qué es mejor para tu comunidad?
En resumen:
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El presidente es un vecino elegido que representa legalmente a la comunidad.
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El administrador de la comunidad es un profesional que gestiona el día a día técnico, económico y legal.
Contar con un buen administrador de fincas no solo alivia la carga del presidente, sino que garantiza una gestión más eficaz, transparente y profesional.